David Wiley y la muerte de los objetos de aprendizaje
David Wiley se hace eco en su blog de los comentarios recientes acerca de la «muerte de los objetos de aprendizaje»: «RIP-ping on Learning Objects». Sus reflexiones sobre este tema resultan especialmente pertinentes por cuanto se trata de uno de los principales teóricos e impulsores del concepto de «objetos de aprendizaje» reutilizables. En 2001 coordinó el libro colectivo The Instructional Use of Learning Objects.
¿Qué ha sucedido pues para que los objetos de aprendizaje reutilizables no se hayan impuesto finalmente, después de toda la publicidad y las inversiones de organismos públicos en varios países? Wiley argumenta que la reutilización no era tan sencilla como les parecía a algunos: «Durante mucho tiempo [...] he estado diciendo que el ensamblaje de recursos tipo LEGO simplemente no funciona desde un punto de vista educativo.» La clave, en este sentido, es la adaptación de los contenidos. Pone el ejemplo de los libros de texto: sin duda el mayor éxito de la historia de los materiales educativos en cuanto a reutilización, y aún así nadie espera que el libro, o el conjunto de libros de un curso, puedan presentarse a los estudiantes -o «secuenciarse»- sin ninguna contextualización y sin el apoyo de los docentes. «Como a menudo me gusta decir, “las bibliotecas nunca habrían evolucionado en universidades” si la educación dependiese solamente de recursos preexistentes de gran calidad.»
Más allá de la indefinición del concepto mismo de «objeto de aprendizaje», en gran medida el problema ha estado en su deriva tecnológica: «Puesto que los sistemas de creación, gestión y distribución de objetos de aprendizaje eran sistemas de software, la mayoría de las personas que hacían el trabajo efectivo en implementación de objetos de aprendizaje eran ingenieros de software [...] “Reutilización” fue casi unánimemente interpretado por este grupo como “interoperabilidad técnica”, sin pensar para nada en las dimensiones pedagógicas, semióticas u otras dimensiones contextuales del término.»
En este sentido, Wiley observa que si el interés de los objetos de aprendizaje era y sigue siendo primariamente pedagógico, bastaría con asegurar la compatibilidad de contenidos vía un navegador web, y poner el énfasis en la adaptabilidad. Lo demás poco importa: ni los aspectos técnicos (content packaging, SCORM, APIs, etc.), ni el nombre que les demos a esos recursos compartidos. «Así que respecto a si los objetos de aprendizaje están muertos o no, no podría decirlo. Y hasta cierto punto, ¿a quién le importa? Mientras la gente desee (1) compartir abiertamente (2) materiales educativos que (3) se puedean representar correctamente en la mayoría de navegadores web y además (4) se proporcione acceso al código no ofuscado de dichos materiales (especialmente ficheros Flash, miniaplicaciones Java, imágenes Photoshop con muchas capas y otros semejantes), a mí, ciertamente, no me importa.»